lunes, 16 de noviembre de 2015

The Martian: oda a la resiliencia


Marte, la nueva película de Ridley Scott, basada en el libro de Peter Weir, tiene una premisa sencilla: los integrantes de una expedición a Marte tienen que evacuar el planeta a causa de una tormenta de arena que amenaza sus vidas, descuidándose a uno de ellos (Matt Damon, cómo no) en el planeta rojo. Bueno, que la culpa no es suya, que lo creían muerto. No es como si se hubieran acordado de vuelta a casa.

"¡¡MATT DEIMON!!"

Se trata de una especie de Solo en Marte (nombre que habría sido incluso mejor que el anterior “Operación rescate” que le iban a encasquetar en España), de alguien en apariencia desvalido que usando su ingenio se las apaña para sobrevivir, defenderse de las amenazas e incluso divertirse, mientras espera a que puedan volver a buscarle.

De lo que habla esta película, realmente, no es de desesperación en un entorno hostil, no es de situaciones límite (que por supuesto las hay), sino de la capacidad del ser humano, con una pequeña gran ayuda de la ciencia, de solucionar sus problemas y sobrevivir. Desde que Matt Damon Mark Watney se despierta sin sus padres y tras recordar que ya no tendrá que aguantar a su tío Frank ni dormir con Fuller, su postura ante su situación se vuelve proactiva y optimista, lo que hace que claramente simpatices con el protagonista con el que vas a compartir gran parte del metraje.

Y es una visión muy positiva, realmente: la mente no está para darle vueltas a los problemas, y quejarse, y echarse a llorar, y pensar que “no se puede”, sino para solucionar los problemas de la manera más creativa posible. Encarar las dificultades y hacer lo posible desde un estado de ánimo óptimo y sin presionarse a uno mismo. Una de las críticas que más he visto en internet ataca precisamente esto, y no puedo estar más en desacuerdo.

Que tampoco hay que descartar una plantación "privada" fuera de plano...

Y para ello cuenta con la ayuda de toda una humanidad solidaria con su situación, convirtiéndose en una conmovedora historia que alcanza todo el globo e incluso hace que naciones antagonistas en lo económico (al menos en la vida real) se den la mano. Por suerte, ni siquiera el tópico de la “figura de poder intransigente y al cargo de un grupo de gente más lista que él” ocupa demasiado el centro de atención. Ya sabemos que lo habitual es que nos manden gilipollas, no hace falta regodearse en ello.

La película está plagada de personajes que se encargan de solventar un problema, contactar con otro que llegue donde él no puede para ponerse de acuerdo y encontrar la manera de rescatar al pobre hombre, solo en el planeta con los discos retro de su compañera. Aquí se nota claramente que se parte de una novela, y es que hay una cantidad ingente de estos personajes que aparecen sin que conozcamos mucho más sobre ellos y que, de haberse respetado los cánones del guión fílmico, se habrían fusionado para aligerar la carga de caras distintas. Pero en este caso se respeta, y mientras nos caen de nuevo simpáticos por su sentido del humor se ponen a trabajar juntos en el “Proyecto Elrond” (enorme guiño a la obra de Tolkien y a uno de los actores de su versión cinematográfica).

 "One does not simply walk into Mars"

¿Logran al final rescatarlo? Eso lo dejo para los que vayáis a verla. En definitiva, es una obra bien realizada, divertida, atípica en su planteamiento dramático. ¿Pero no nos quejamos siempre de que todas las películas están cortadas por un mismo patrón?

Y me gusta sobre todo por la gran lección que nos da en la que refleja la quintaesencia del ser humano: la capacidad para solucionar problemas con inteligencia, ingenio y en colaboración (que no competencia) entre nosotros. Y ese es un mensaje que, en estos momentos, hace muchísima falta, porque no se ve todos los días, por no decir que no se ve jamás. Aunque peque en ocasiones de optimismo. Pero para eso, también está el cine.

PD: Solo en Casa cumple hoy veintinco años desde su estreno. ¡Felicidades, Kevin!

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